P. N. de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici

8 PróLOGO C uando después de haber hollado las más altas cumbres de los Pirineos sus primeros conquistadores: científicos, ingenieros, naturalistas intrépidos o simplemente aristócratas ansiosos de aventura, dirigieron la vista hacia el este de la cordillera, quedaron asombrados; pues ante ellos se erigía un paisaje singular y único que había quedado arrinconado, olvidado por todos. Las altas montañas del Aran, el Pallars y la Rigagorça, todavía vírgenes, se erigían incólumes y desafiantes ante sus ojos. No fue hasta finales del siglo xix que, personajes como Franz Schrader, Maurice Gourdon o Henri Brulle, entre otros, quedaron enamorados por la altivez de estas cimas y por la belleza de los valles, que recorrieron sin descanso dejándonos bellos relatos de sus andaduras. Estos pioneros abrieron la senda a otros intrépidos conquistadores de lo imposible, como Oliveras, Estasen o Soler Santaló que consiguieron a su vez realizar ascensiones a muchos picos de esta zona de la cordillera, mientras redescubrían una parte casi desconocida de su propio territorio. «La mayor definición que se me ocurre para esta parte de cordillera es un conjunto de hojas afiladas, de sables, de espadas, de navajas cortantes disparadas al cielo. Aquí es donde se ve en comparación con otros lugares de los Pirineos la gran originalidad de la sierra encantada». Así describía este grandioso paisaje el mismo Franz Shrader en una carta dirigida al barón de Saint Saud, otro de los pioneros del pirineísmo, sobre la llamada sierra de los Encantats. Geología en estado puro, las formas elevadas a la categoría de lo sublime. ¡Un reino de alta montaña por descubrir! El Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici constituye uno de los conjuntos paisajísticos más espectaculares de los Pirineos. Su corazón, está formado por una gran masa granítica cuyo origen se pierde en las profundidades tectónicas que convulsionaron nuestro planeta durante la era primaria. Más tarde, las mismas fuerzas telúricas levantaron esta mole, que expuesta al exterior, vio como los glaciares del cuaternario se instalaban en sus valles, royendo sus entrañas y modelando un paisaje que ni el más osado de los artistas hubiera podido imaginar. Valles profundos, crestas vertiginosas y picos enhiestos embelesan a los privilegiados que se acercan a este rincón de la cordillera. Este mundo mineral esconde, entre sus más recónditos parajes, uno de sus más preciados secretos: más de doscientos lagos de origen glaciar, llamados estanys en la zona, que se reparten por todo el territorio del parque dando lugar a una de las mayores concentraciones lacustres que se conocen. La sabiduría popular ha bautizado a todos estos lagos según su forma, tamaño, color, o lugar donde se encuentran: Tort, Redó, Llong, Mar, Negre, Blau, Cap del Port, Gelats... y así hasta completar un innumerable rosario de nombres propios; cada uno con su personalidad, cada uno con su historia, cada uno con su leyenda, todos de salvaje belleza. La roca y el agua son pues dos elementos naturales presentes en el parque, que se hermanan de una manera perfecta; por ello el líquido elemento se encuentra presente en todos y cada uno de sus rincones, bien sea en forma de estanys, cascadas, ríos, barrancos y turberas. No es fruto pues de la casualidad que dos de los símbolos más preciados del parque; la montaña de los Encantats, curiosamente uno de sus pocos enclaves calizos, y el llano de Aigüestortes, un antiguo lago convertido en un idílico paraje, estén relacionados con estos dos elementos.

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