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Los lagos del pasado

En los años veinte del siglo pasado el entomólogo Juan Gil Collado, que estaba estudiando las rocas bituminosas de las proximidades del pueblo de Ribesalbes (Teruel) dio a conocer a la ciencia que muchas de ellas estaban plagadas de cientos de insectos fosilizados. Su identificación permitió conocer que estas rocas se formaron en un lago de aguas dulces en donde los insectos una vez al año formaban grandes enjambres para aparearse.

Los lagos han fascinado al hombre desde la antigüedad, tanto por su belleza como porque de ellos obtenía alimentos, fundamentalmente pescado, para su sustento. En muchos lagos algunas tribus construyeron palafitos. De esta forma, no sólo estaban más cerca de sus fuentes de alimentación,  sino que además las aguas les aislaban y defendían de sus enemigos.

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Exposición Los lagos del pasado

En la actualidad muchas de las rocas sedimentarias que constituyen las formaciones geológicas de nuestro país tuvieron su origen en lagos. Desde la antigüedad estas rocas se han utilizado para distintos fines: explotaciones de lignitos y carbones para obtener energía; extracción de materiales calizos que se han utilizado como materiales de construcción; cuando eran ricas en materia orgánica, se han cocido a grandes temperaturas para obtener betunes; se han disgregado para conseguir materiales con interés industrial como partículas absorbentes, filtrantes, etc.

Aunque sus rocas se explotan por su interés económico, los “lagos del pasado” encierran una historia muy poco conocida, que es la de miles de organismos de animales y plantas que vivieron en su interior o en sus alrededores y que tras su descubrimiento en estado fósil, nos dan información sobre cuáles eran las condiciones de vida dentro de las aguas y en sus proximidades, de cómo se relacionaban entre ellos y de qué climas existieron en el pasado.

Un cocodrilo, un mosquito, un nenúfar o un calicotérido: organismos tan distintos nos están informando de cómo fueron las condiciones de vida que se produjeron en distintos momentos en los lagos que existieron en Península Ibérica, y que en algunos casos fueron muy distintas a las que existen en la actualidad.

Con esta exposición los investigadores del Instituto Geológico y Minero de España pretenden divulgar el trabajo y conocimiento que se ha acumulado en los últimos 100 años sobre los Lagos del Pasado, cuyos testigos fósiles se custodian en el Museo Geominero. Es un viaje que termina en la actualidad cuando visitamos las lagunas de Siles (Jaén) y Gallocanta (Zaragoza), el lago de Sanabria (Zamora), o nos acordamos de la desecada laguna de La Janda en Cádiz; pero que empezó hace más de 300 millones de años con los primeros lagos conocidos del Carbonífero.

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