En la actualidad muchas de las rocas
sedimentarias que constituyen las formaciones geológicas de nuestro país
tuvieron su origen en lagos. Desde la antigüedad estas rocas se han
utilizado para distintos fines: explotaciones de lignitos y carbones
para obtener energía; extracción de materiales calizos que se han
utilizado como materiales de construcción; cuando eran ricas en materia
orgánica, se han cocido a grandes temperaturas para obtener betunes; se
han disgregado para conseguir materiales con interés industrial como
partículas absorbentes, filtrantes, etc.
Aunque sus rocas se explotan por su
interés económico, los “lagos del pasado” encierran una historia muy
poco conocida, que es la de miles de organismos de animales y plantas
que vivieron en su interior o en sus alrededores y que tras su
descubrimiento en estado fósil, nos dan información sobre cuáles eran
las condiciones de vida dentro de las aguas y en sus proximidades, de
cómo se relacionaban entre ellos y de qué climas existieron en el
pasado.
Un cocodrilo, un mosquito, un nenúfar o
un calicotérido: organismos tan distintos nos están informando de cómo
fueron las condiciones de vida que se produjeron en distintos momentos
en los lagos que existieron en Península Ibérica, y que en algunos casos
fueron muy distintas a las que existen en la actualidad.
Con esta exposición los investigadores
del Instituto Geológico y Minero de España pretenden divulgar el trabajo
y conocimiento que se ha acumulado en los últimos 100 años sobre los
Lagos del Pasado, cuyos testigos fósiles se custodian en el Museo
Geominero. Es un viaje que termina en la actualidad cuando visitamos las
lagunas de Siles (Jaén) y Gallocanta (Zaragoza), el lago de Sanabria
(Zamora), o nos acordamos de la desecada laguna de La Janda en Cádiz;
pero que empezó hace más de 300 millones de años con los primeros lagos
conocidos del Carbonífero. |